La nueva Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT) presentó esta semana el Plan Nacional de Ciberseguridad 2025–2030, un documento de 85 páginas que, al menos en papel, promete convertir a México en un referente regional en protección digital. Habla de un “ecosistema seguro”, de gobernanza avanzada y hasta presume el respaldo técnico del BID. La presentación fue impecable: discursos afinados, una portada institucional atractiva y una narrativa lista para titulares optimistas.
Pero cuando lo lees con calma, ves algo muy distinto: un plan ambicioso pero vacío, lleno de buenas intenciones, pero sin los elementos básicos que lo vuelvan ejecutable. Y en un país que sufre más de 40 mil millones de intentos de ciberataque solo en lo que va del año, quedarte corto no es una opción: es un riesgo para todos.
En TecnetOne te contamos por qué este plan, tal como está, no funcionará.
Algo que salta a la vista de inmediato es que el plan se proyecta hasta el año 2030. Puede sonar razonable en términos burocráticos, pero es absolutamente insuficiente ante la velocidad con la que avanza la amenaza en México.
Hoy enfrentamos cuatro ciberataques por segundo. Cada mes se publican en la dark web víctimas mexicanas nuevas; cada semana un sector distinto se convierte en objetivo; cada día hay un nuevo incidente en alguna dependencia federal.
Hablar de resultados dentro de cinco años, sin acciones inmediatas contundentes, equivale a decirle al país:
“Sabemos que está ardiendo, pero regresamos con agua en 2030”.
El propio documento reconoce cifras alarmantes:
El diagnóstico es brutal, pero la respuesta no está a la altura de la urgencia.
La ausencia más grave del plan es también la más evidente: no hay presupuesto.
Ni una cifra. Ni un estimado. Ni un cálculo aproximado. Nada.
Y estamos hablando de metas que requieren inversión real:
En un gobierno que aplica austeridad extrema y que en 2025 volvió a recortar presupuesto a tecnología, presentar un plan sin recursos asignados equivale a confesar que no hay intención real de implementarlo. Hay ambición pero cero combustible.
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El documento menciona “metas trimestrales” y algunas acciones iniciales para finales de 2025, pero nada más.
No hay:
Un plan sin ruta es lo mismo que un plan sin destino.
Además, no se aborda quién debe actuar cuando el ataque ocurre en una dependencia específica.
¿Quién lidera la respuesta si atacan:
Sin claridad en la cadena de mando, la respuesta seguirá siendo improvisada, lenta y fragmentada.
Quizá lo más alarmante es la omisión del actor criminal real que hoy domina buena parte de la actividad cibernética en México.
El plan menciona:
Pero evita por completo el vínculo entre cibercrimen y crimen organizado nacional.
Hoy, cárteles como el CJNG y el Cártel de Sinaloa:
Nada de esto aparece en las 85 páginas.
Tampoco hay:
El plan describe amenazas pero no menciona a quienes realmente las ejecutan en México.
Más de la mitad de los incidentes graves que afectan a México en el último año son ataques a infraestructura crítica privada, especialmente en:
Pero el plan no propone:
En un país donde la economía depende del sector privado, ignorarlo es un error que costará caro.
Mientras México vive:
El plan no incluye:
Es como diseñar un plan de seguridad para una ciudad sin hablar de delincuencia común.
Paradójicamente, el documento diagnostica bien la situación. El problema no es el análisis. El problema es que las soluciones son genéricas, burocráticas y sin fuerza operativa.
Es un plan que suena bien, pero que no sirve.
Es competente en lo técnico, pero inútil en lo estratégico.
Es ambicioso por fuera, pero vacío por dentro.
Difundirlo como si fuera una gran respuesta es peligroso porque crea una falsa sensación de seguridad que México no puede permitirse.
El Plan Nacional de Ciberseguridad 2025–2030 pudo ser un parteaguas. Pudo sentar las bases de una defensa nacional real, moderna y agresiva.
Pero sin:
El plan no es más que un ejercicio decorativo.
Mientras no se reconstruya desde cero, seguirá siendo una ilusión en un país que cada día pierde más terreno en la batalla digital.
No podemos darnos el lujo de improvisar cuando somos blanco de miles de ataques cada segundo.